Vivimos en una constante disputa con lo corpóreo —que nos sobrepasa—
Vemos una fisura física y generamos una mental
Nuestro hogar transitorio está recubierto por una manta que nos acobija poblada de colores y relieves que asociamos con defectos
Nos han empujado a creer que existe algo perfecto que alcanzar
Hasta el más ínfimo detalle es motivo para despreciarnos
Nos olvidamos de que todos somos diferentes y tenemos nuestras propias grietas
—visibles o no—
dentro o fuera de nuestro templo
que tan solo
son reflejo de nuestra vida